Los consejos de tu madre. El roce del desconocido del autobús. La pregunta sobre maternidad en la entrevista de trabajo. La palabra “feminazismo”. ¿Son micromachismos que podemos dejar pasar? ¿Son males menores? Esta lectora nos deja las cosas muy claritas.

Ilustración: Carmen Navarro

Hace poco tomé una decisión. Saqué de mi vida a un amigo por machista. No solo ha tratado a varias parejas de una manera bastante cuestionable, indeseable de hecho, sino que además se dedica a hacer campaña constante contra la mujer a través de una sutil pero peligrosa dialéctica.
Me preocupa esta aceptable tolerancia con gente que se dedica a difundir supuestos estudios sobre el alto porcentaje de hombres maltratados (he llegado a leer 8 de cada 10 hombres) o la manipulación femenina (como si fuéramos las creadoras de una nueva enfermedad mental).
En tiempos de crisis el odio aumenta, y se ceba con los colectivos vulnerables. Desgraciadamente, las mujeres somos uno de esos colectivos y desgraciadamente es fácil percibir esta carga contra nosotras (ya existe una feminización de la pobreza).
Vosotrxs diréis que la sociedad no es ni xenófoba, ni homófoba y ¡por dior, Carmen, lo menos de todo machista! ¡Ves cosas donde no hay nada! Bien, las cosas se han suavizado, no son lo que eran, pero creo que solo superficialmente.
Nuestra educación ha sido tan pésima que ni siquiera ha trabajado decentemente por construir unas mentes más libres y abiertas y seguimos teniendo un montón de ideas arcaicas que podrían corresponder a nuestros abuelos, o a los padres de nuestros abuelos. Busca en tu memoria conversaciones con amigos, conocidos, vecinos… y piensa. Seguro que has palpado el machismo, la homofobia o la xenofobia. Y no hace falta tener sesenta años, tengo veintiocho y podría poner varios ejemplos. Y bastantes.
Lo dicho: me preocupa esta permisividad, esta tolerancia, este modo de tragarnos todo, de no decir “basta”. Somos capaces de ser convencidos de las cosas más inverosímiles.
“Esta tía exagera”, pensaréis. Bien, aquí casos reales de vidas reales. Vividos y/o reproducidos por gente joven. De la treintena. Pasen y vean que “progres semos todos” (aunque reproduzcamos un montón de micromachismos o machismo a secas).

Nuestras madres

Sí, esas señoras que han estado en el medio de ideas patriarcales y un nuevo resurgir de la mujer, que no han sabido bien encontrar su lugar, que quieren que la mujer avance con ciertos “peros”. Mujeres que, entiendo, no han sabido encajar todo esto, y por muy modernas que se vean, tienen una historia familiar a sus espaldas, una educación machista por excelencia, años de represión. Ellas han hecho lo que han podido, sin más. Esas madres que nos han dicho: “no seas golfa”, “no te comportes como un chicote”, “eres poco femenina”, “haz las labores de la casa, tus hermanos no tienen por qué hacerlo, son los hombres”, “que trabajador es tu hermano, pobrecito, cuánto madruga, cuántas horas hace en la fábrica” (y jamás han dicho cuánto esfuerzo haces tú manteniendo varios trabajos, estudiando y ayudando en cosas de la casa, porque es lo que se espera de ti, porque eres mujer y no te quejas, y lo haces y nadie vendrá a decirte “felicidades”), “sirve a tu padre el primero y las mejores raciones”, “ningún hombre te soportará”. Seguro que muchas de vosotras reconocéis estas frases.
Cierto es, como dije, que nuestras madres han hecho esfuerzos por adaptarse, y han contrarrestado esto con: “hija, si no te casas, no es el fin”, “si no encuentras una pareja que quieras y te trate bien, mejor estar sola”, “ojalá hubiera sido yo tan independiente como tú”, “pues sí, que las chicas lo pasen bien, eso que se llevan para el cuerpo, que nosotras hemos sido muy tontas”. Repito que ellas lo hicieron lo mejor que pudieron. Pero ahí están parte de sus ideas, machistas como su educación, como gran parte de la educación que se ha recibido en este país durante décadas.

Hombres jóvenes que en las discotecas deciden que pueden tocarte sin previo aviso

Sin que les hayas dado permiso para ello, sin que sea un cortejo recíproco, debes aceptar como amabilidad que te aprieten contra ellos, como halagos que intenten rozar su miembro contra ti, que hagan gestos obscenos mientras estás girada, que cuando intentes decirles que te respeten, te llamen gorda, reprimida, imbécil, puta, o incluso que pidan perdón a nuestras parejas, a los hombres, pero no a nosotras, porque a nosotras no se nos pide perdón, somos propiedad del novio, al parecer (y pobres esas chicas que llaman la atención por un bonito físico. Encima si tiene dos dedos de frente, se siente incómoda y lo dice, la llaman creída, estúpida, ¿que se habrá pensado?¡si está buena! ¡es de dominio público!).
Que si hablas con ellos, quieras que te agarren la mano, te toquen la cara. E insisto, sin dar muestras de coqueteo, de nada. Y que se ofendan si les dices que mantengan las distancias. “Cosas de jóvenes, cosas de imbéciles, Carmen, nada más”. Sí, claro, cosas de imbéciles, sí, e incluso de imbéciles borrachos, pero a mí eso no me consuela. Me sigue pareciendo un comportamiento que no quiero aceptar ni pasar por alto. No es algo fortuito, es un comportamiento machista, una adaptación del clásico comentario “todas putas menos mi madre”.

Amigo encuentra novia. La novia es bastante guapa. Mejor para él. Amigo decide exhibirla como un trofeo

No solo actúa humillándola (porque no, no es halagador, es bastante denigrante) publicando a los cuatro vientos “que ese cuerpo ES SUYO”, sino que decide jactarse ante el resto de amigos y amigas, porque tiene para él ese físico tan ansiado socialmente, ese cánon que marca el éxito que ha tenido como hombre. “Mi novia es la mujer más guapa de este grupo”, “mi novia tiene las mejores tetas de este grupo” y un largo etcétera de ordinarieces respecto al trofeo que supone el cuerpo de ella, como si ella no fuera nada más, como si el resto de amigas no fuéramos nada más, porque no somos tan bonitas (que eso lo dirá él, por cierto), como si él fuera mejor persona, mejor hombre por tenerla al lado, pero no en un sentido emocional, intelectual, no; sino por lucirla (y tras “exponerla”, incluso va e intenta “ocultarla” para que nadie la mire, nadie le diga nada, nadie se la quite). Que sí, también hay tías que exhiben, que hablan ordinarieces (léase esto en el siguiente punto) pero sigue siendo un comportamiento machista (también hay negros violentos y no por eso un acto de violencia xenófoba contra un afroamericano deja de serlo).

Mujeres jóvenes que opinan que todas somos muy putas

Que oye, para mí las putas (como profesión) son respetables, pero que se me diga en plan despectivo no me hace ninguna ilusión. ¿Por qué somos putas? ¿Porque decidimos sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad? ¿Cuándo te conviertes en puta? El hombre es un putero en el momento que paga por irse con profesionales del sexo pero nosotras somos putas de raíz, ya está. En ambos casos, somos las culpables del uso de ese adjetivo. Mujeres jóvenes que piensan que son libres porque deciden adaptarse al molde masculino: críticas a sus compañeros sexuales, burla sobre el tamaño de sus penes, sobre sus físicos, críticas a hombres menos atractivos, conversaciones constantes sobre temas sexuales de una manera bastante denigrante, sin un ápice ni de gracia ni de sentido… No, no sois modernas, ni feministas, ni estáis reivindicando nada, ni cambiando las cosas. Estáis cogiendo el molde masculino creado durante años, un molde machista, y os estáis metiendo en él.

Amiga tiene entrevista de trabajo. ¿Tienes pareja? ¿Desde cuándo? ¿Qué planes de futuro tenéis? ¿Vivís juntos? ¿Os casaréis? ¿Cuándo?¿Vas a ser madre?

Y dependiendo de las respuestas, la contratan con una duración o con otra. A nadie le importa para trabajar si estás casado, si eres gay, si te gusta que te azoten por la noche, si quieres tener o no niños. ¿Esta es la conciliación entre vida familiar y laboral que defendemos? Muchos aquí dirán que desde el punto de vista del empresario blablabla. El empresario debería dedicarse a cosas más interesantes que esta chorrada. Las personas no dejan de ser trabajadoras porque tengan hijos. Un trabajador que es tratado con la dignidad que merece (incluido el derecho a pedir tiempo para ejercer de madre o padre) es mucho más eficaz en su trabajo que uno al que le explotan y humillan sistemáticamente. Al contrario de lo que nos han vendido, no es para nada productivo machacar a la gente, no es rentable para nadie, ni para la empresa, ni para el trabajador. De otra parte, las mujeres recibimos dos mensajes muy contrarios a lo largo de nuestra vida: somos más mano de obra (y el sistema se frota las patitas) pero debemos seguir siendo madres porque la natalidad blablablabla y porque es lo más natural blablabla. Es decir: debes ser trabajadora, pero no dejes de lado tu deseo de ser mami para generar más mano de obra y afianzar el futuro de varias empresas durante décadas. Y a todo esto, te vas a la calle. ¿No os parece demencial? Pues sí, lo es. Porque estamos en un mundo enfermo. A menudo las mujeres trabajadoras lo pasan mal, porque tienen que adaptarse al ritmo que el capitalismo nos ha vendido como “normal” y a la vez, ser buenas esposas y madres y no abandonar el hogar. Ellas sienten que no llegan, no llegan en el trabajo, por la presión, porque piensan que ya no rinden, que son más torpes, y no llegan en casa, porque cuando lo hacen solo quieren descansar y el sentimiento de culpa y abandono es tal que se sienten malas madres. Y no son culpables de nada. El culpable es este sistema al que deberíamos ponerle freno antes de pegarnos una buena hostia (¡ah, no! ¡que ya nos la estamos dando!). Al contrario de lo que se piensa, y de todos esos empresarios y gente de bien, tertulianos y cía., que dicen que trabajamos poco y mal, y que tendríamos que trabajar como chinos, el problema no son las horas, las bajas por maternidad o enfermedad, etc.; es la mala gestión del tiempo, una mala planificación de las jornadas y la vida laboral lo que falla. Y las mujeres trabajadoras lo sienten muy mucho.

Ataques sexuales

¿Cuántas de nosotras hemos vivido experiencias en las que nos han tocado sin permiso?¿Cuántas al ir a pedir ayuda hemos oído como respuesta “será un enfermo, olvídate”? (No sé a vosotros, pero a mí la pasividad esta me pone enferma. Sé que la gente lo hace para tranquilizarte, pero normalizarlo me parece cuanto menos peligroso; luego pasa lo que pasa, que pones el informativo y todo te sabe a poco y te comes las lentejas con cuerpos desmembrados de por medio).
En otro punto, hablé de esos ataques de muchachos en discotecas, aquí hablo de ataques en lugares públicos por parte de hombres de cualquier edad. Véase: roces en el autobús, roces en la FNAC, persecuciones en cualquier lugar porque el señor ha decidido que con cualquier pretexto debe tocarte… Y esto que cuento nos ha pasado a amigas y a mí.
Pero os contaré el caso más alarmante que me ha ocurrido: un muchacho llevaba tiempo fijándose en mí en el metro. Un día decide bajar en mi parada y seguirme. Con una excusa, me habla. Yo contesto amablemente. Al llegar a casa de mis padres, me despido de él, pero él quiere mi móvil, le digo que no. Entonces cuando voy a entrar al patio, decide poner el pie haciendo tope con la puerta para que no la cierre. Me coge de las caderas y el cuello, me abraza contra él y me intenta dar un beso en la boca. A todo esto, yo haciendo fuerza. Le aparto y le digo que se marche, que voy a llamar a la policía. Como estoy asustada, dejo de hacer fuerza para cerrar la puerta y él entra al patio. Se ríe. E intenta calmarme y volver a tocarme. Me voy hacia atrás. Entra un vecino mío y el tipo se asusta y se marcha. El muchacho en cuestión es un joven que cuando no está trabajando en lo que puede se dedica a beber hasta hartarse. Ese día olía considerablemente a alcohol. Sí, es un pobre diablo. Pero no deja de ser desagradable e intolerable lo que hizo. Y yo también me doy pena, porque me hizo pasar un rato de lo más horrible.
A menudo pienso que este sistema (lo siento, hago referencias constantes pero es que no creo que todo esto sea fortuito, todo está claramente relacionado) nos hace esclavos del trabajo y el dinero y, a menudo, pagamos nuestras frustraciones con otros que consideramos más débiles por alguna razón. Esta reflexión es la misma con la que comencé a escribir. Y la suscribo. Las mujeres somos un blanco fácil para mucha gente. No deberíamos ser permisivos con esto. Ni normalizar lo poco o nada normal. No es normal que alguien decida que sus genitales deben rozarse contigo en una tienda. No es normal que te persigan por la ciudad produciéndote miedo. No es normal que te acorralen en el propio patio de tu finca. No lo es. Es acoso. Y ese acoso lo vivimos particularmente las mujeres. No es divertido, ni simpático. Y cuando lo contemos estaría bien recibir un trato empático en lugar de un “¿pero tú le hablaste?” (para insinuar que le diste coba) o “no exageres, tampoco es para tanto”.

Si no eres madre y ni te lo planteas, eres egoísta y rozas lo antinatural

Creo que la maternidad debe ser bonito, llevar a un ser dentro debe ser una sensación inexplicable (aunque bueno, nos dejamos la parte de estrías, nauseas, pies hinchados, de que ese ser crecerá y tal…) pero también creo que cada cual tiene derecho a decidir, según su propio criterio, su propia experiencia vital, si procrear o no. Me cuestiono ese supuesto instinto de las mujeres por ser madres y me pregunto sino es más bien una construcción social. En cualquier caso, aún suponiendo que tenemos un instinto de madres, también tenemos un cerebro y una capacidad de decisión, ¿por qué deberíamos responder a él sin más? No nos convierte en malas personas, ni malas mujeres. Imponernos la maternidad como único objetivo vital es de un machismo bastante importante. El clásico “la mujer se dedica a sus labores y la crianza de los niños”. No limitemos a la gente. Que la gente decida qué quiere hacer. Con quién quiere acostarse y levantarse. Y si quieren o no tener tener un hijo o 300.

Nosotras, la regla y el trabajo

Sí, tenemos la menstruación. Y duele. Y percibimos cambios hormonales. Tal es así, que el porcentaje más alto de suicidios (o intentos) en las mujeres, es en la semana previa a que les venga la menstruación (por supuesto, estas mujeres tienen otros factores de peso para llegar a estos límites, sencillamente es un apunte para que entendáis tanto cambio). Aún así, nos tomamos nuestra medicación y nos vamos a estudiar, trabajar, como el que más. Vale, a veces el dolor nos puede. Pero no nos convertimos en seres poco productivos. Aún en el supuesto de tener que pedirnos un día, compensamos con creces esta falta. No os creáis lo que os diga un empresario, es el mismo que os critica cuando reclamáis que os paguen vuestras horas extras, y que te mira raro si le dices que ya está bien, que entre entrar antes y salir más tarde les estás regalando horas, el que fomenta que compitas con tus compañeros para que no haya unidad y no os pongáis de acuerdo en lo realmente importante, etc. De otra parte, muchas mujeres deben faltar a su trabajo en esos días del mes por pura prescripción médica. Lo pasan tan mal, pierden tanta sangre y los dolores son tan terribles, que no pueden ni moverse. ¿Por qué os cuento todo esto? Porque también he oído la maravillosa frase de: “Es mejor no contratar a tantas mujeres porque tienen la regla y son madres (al hilo de lo anterior)”. Es decir, se nos pretende marginar incluso por nuestra condición biológica.

Feminazismo

Este termino lo creó un fascista para criticar a las feministas. Mucha gente usa este término para hablar de feministas radicales que odian a los hombres. Bien, no hay ninguna corriente de tal tipo. El feminismo nada tiene que ver con esto, y mucho menos con la palabra “nazi”. Mezclar una palabra como feminismo, con un claro componente de libertad, con la palabra nazi, que ya sabemos todos de que va, es un insulto en toda regla. A lo largo de mi vida, me han llamado feminazi en repetidas ocasiones por intentar expresar las ideas que he redactado en este texto. No sé si quién está leyendo esto ve en mis palabras odio hacia los hombres, ápice de prepotencia, pero creo que nada más lejos de la realidad. Las veces que he intentado reflexionar sobre el feminismo y sobre las cosas que he visto y he pensado lo que suelo encontrarme al paso es lo siguiente: “eso no es machismo”, “es que eres muy sensible”, “es que hay tíos tontos” (insisto, sí, y también son maleducados, sí, y machistas, y si no lo son, al menos reproducen conductas machistas), y qué queréis que os diga, me parece de nuevo una permisividad bastante lamentable. Y no es por nada, pero con la permisividad no hemos llegado a ningún lado. Mira a tu lado y me cuentas.

Todos los supuestos beneficios que la ley nos ha dado

Mucha gente argumenta que se nos está favoreciendo enormemente por el mero hecho de ser mujeres. Supongo que hablamos de una Ley de Violencia de Género que responde a una lacra social. No sé si os habéis percatado, pero cada dos por tres, un hombre mata a su pareja. Nadie dice que los hombres sean asesinos, solo decimos que hay una corriente de machismo enfermizo que lleva a creer que esa persona es tuya sí o sí, y que “o conmigo o con nadie”. Creo que la ley es necesaria, sí, creo que la ley tiene muchas lagunas, también. Una cosa no quita a la otra. Pero usar esta ley como forma de ataque para decir que las mujeres estamos prácticamente discriminando a los hombres, me parece un poco atrevido. Que además ¿habéis visto los resultados? Mejoría 0. Por algo será, ¿no? Estaría bien que se criticara esto en lugar de patalear y decir “y yo no” o sentirse ofendido porque de este modo “se insinúa” que los hombres son asesinos (¿? ¡bajo ningún concepto!).
En cuanto a La Ley de Paridad, solo se aplica a nivel electoral, eso en primer lugar. Y en segundo lugar, en el supuesto caso que llegados el momento se decidiera que las empresas contrataran el mismo número de mujeres que de hombres, estaríamos hablando de discriminación positiva. Para muchos, esto es un sinsentido. Pues bien, os lo explicaré. Estas medidas se aplican cuando una sociedad está en proceso de cambio para ayudar o beneficiar a sectores de la población que por el momento han sido discriminados. La idea es que esas medidas acaben siendo obsoletas porque la propia sociedad acaba aceptando como normal tratar a la gente equitativamente. ¿Creo que esto es la panacea? No, no lo creo. De hecho creo que suelen ser medidas superficiales, parches. Ahora bien, no creo que haya que machacar a las mujeres y nuevamente cebarse contra nosotras diciendo frases como: “Si quieren ser tratadas igual, que se ganen el puesto” (¿os recuerdo el comentario de un empresario conocido mío de no contratar a mujeres porque quieren ser madres y tienen la regla?). Atacándonos a nosotras, no hacemos nada. Hay que ser crítico, de acuerdo, pero no podemos generar nuevas reticencias por cuestión de género cuando lo que se pretende es que las distancias se acorten.
Y lo dicho, estaría bien tener una visión más amplia: sigue habiendo asesinatos, agresiones a mujeres a manos de sus parejas, nos siguen despidiendo por ser madres (o amenazando con ello), o cobrando menos que nuestros compañeros, y como dije al inicio, hay una clara feminización de la pobreza (varios estudios de la ONU lo ratifican). Critica las leyes, las medidas, perfecto, pero no a nosotras, no insinúes que “inventamos”, que poco más y nos gusta una postura de victimismo para machacar al hombre. Para nada.
Me gustaría deciros algo más a todos los que leéis esto pero especialmente a vosotros, y de la forma más honesta: sé que la mayoría no aprobáis estos comportamientos, sé que la mayoría sois razonables y sensibles con los comportamientos que denigran a otrxs. Pero muchas veces, sin querer, a través de esta permisividad, esa tolerancia y pasividad que vengo comentando, somos cómplices de ideas machistas, es más, las estamos aprobando (de ahí los llamados micromachismos que se producen entre familiares, amigos, etc). No hay nada de divertido ni de tolerable en lo que vengo contando. Cuando las mujeres os pedimos apoyo, os lo pedimos para erradicar este tipo de comportamientos que, como he dicho, podrían resurgir más en estos tiempos donde el odio engendra más odio. Y no os lo pedimos de una manera paternalista, ni para que nos digáis “ea ea”, sino porque buscamos el apoyo de nuestros iguales. Cuando no véis todo esto, estáis negando a vuestras madres, vuestras hermanas y vuestras parejas, estáis negando toda una historia de machismo y patriarcado. No es que a nosotras nos guste ir de víctimas, pero no podemos mirar para otra parte y negar la mayor.
Carme Godino Megía (29), Almàssera, Valencia.
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